lunes, 3 de diciembre de 2012

ONG´s, TURISMO Y VOLUNTARIADO. O cómo derribar la barrera del nuevo imperialismo.


Me lanzo hoy a tratar una cuestión espinosa y de la que, con franqueza, me siento bastante lejos de tener una posición clara. Sin embrago, este hecho, lejos de dejarme al margen, me invita a compartir una serie de dudas y preguntas que se me vienen a la cabeza en torno a la misma. El asunto es el siguiente. Hace unas semanas conocí a Kike, un nativo de la selva ecuatoriana sin pelos en la lengua, de esas personas que te hablan sin tratar de medir las consecuencias de sus palabras en tu reacción como posible comprador de algo. Él también vive del turismo, ya sea por su condición de guía nativo o por su puesto de venta de artesanías locales que él mismo produce. Pero este hecho no le impide mantener su opinión y su voluntad de expresarla para aquel que quiera (y se atreva a) escucharla. Así, una conversación que podría haber sido una más, acabada en corto tiempo y referida a las cuatro cuestiones clásicas de la relación vendedor local / comprador extranjero, se transformó en una enriquecedora conversación acerca del papel del turismo sobre la vida del lugar visitado (en este caso Puerto Missahualli) y más concretamente sobre el papel de los proyectos de ecoturismo y el voluntariado en masa que acude a toda Latinoamérica a centros desperdigados por cada país con el objetivo de preservar la fauna y flora de cada lugar u otros fines socioambientales.

El tema me pareció interesante y lo cierto es que no me había planteado esa otra cara de estas iniciativas, precisamente por esa buena imagen que suelen tener porque ¿quién no se ha planteado alguna vez hacerse voluntario por una temporada? Entonces Kike me hizo pensar en algunos aspectos claves. Por ejemplo, en la legitimidad de estos proyectos, venidos normalmente de fuera, montados por extranjerxs, con capital foráneo y que suelen acabar acumulando beneficios económicos (más allá de los “logros” ecológicos que puedan conquistar) para el propietario. Es decir, ¿no son cuestiones que deberían ser tratadas y manejadas por la población local? ¿no deberían ser sus criterios, formas de actuar y pautas las que se impusieran? Parecería que existe una distinción general entre ciudadanxs (con conciencia, respetuosxs, solidarixs, formadxs...) y habitantes (incultxs, inconscientes, que no valoran lo que tienen...), y que en virtud de esta distinción, lxs primerxs tienen la potestad para venir a enseñar a lxs segundxs como gestionar sus recursos y los problemas que se derivan de ello. 

A lo largo de nuestra charla salieron a relucir algunas consideraciones sobre esto. Como es el caso de los dos grandes complejos que suelen tener lxs indígenas de estas tierras respecto a lxs occidentales: el complejo de inferioridad y el de subordinación. Ante la presencia del viajero, con su tecnología y sus increíbles historias de lugares y gentes visitadas, el nativo asiente maravillado sin tener más que decir. Su vida tranquila, vinculada por lo general a la agricultura, la ganadería o el comercio local (o el turismo) se interioriza como inferior, se menosprecia y acaba pasando factura. El otro, el de subordinación, no es más que la consecuencia directa de la primera. El nativo es, como mucho, un buen sirviente para los objetivos del que viene de fuera, por más bondadosos que estos sean en apariencia (como es el caso de los proyectos de voluntariado). También aquí entra en juego el tema del regateo, de en qué y en dónde se gasta el turista “mochilero” su dinero o la voluntaria temporal. Porque ocurre que llega unx de nosotrxs con todo nuestro discurso y nuestros ideales progres para ayudar a la gente local y acaba pagando una miseria por el trabajo local o consumiendo en lugares de negocios de afuera o grandes cadenas. ¿Dónde esta la coherencia?

Por mi parte estoy tranquilo en lo que respecta al consumo durante todo el viaje pues es algo que he puesto en práctica de forma absoluta pero con el regateo ya es otra vaina. ¿Dónde esta el límite? ¿El hecho de viajar por un período largo y de forma austera justifica tratar de conseguir el precio más bajo posible? ¿Siempre? ¿Tiene sentido hacer un viaje de 1 año? Como veís, muchas dudas necesarias. En el caso del voluntariado conviene conocer a fondo cada una de estas iniciativas. En mi opinión, seguramente existen algunas interesantes en las que la comunidad nativa es la protagonista y la que ha promovido una determinada reivindicación y, por tanto, no se convierte en un juguete más para que el primer mundo reivindique lo que no ha sido capaz de hacer en su propia casa. Y es aquí donde mi nuevo amigo sacó a la luz el nombre de Jorge Orduna haciendo que la paradoja pueda parecer un burdo juego de magia.
Orduna es un escritor y ensayista mendocino (Argentina) muy crítico con el papel de las ONG´s y la nueva marca Eco, que sin duda parece haber ocupado la primera plana de gran parte de los lugares turísticos en esta región del mundo. Y es que resulta curioso que mientras toda Europa ha arrasado con sus bosques nativos, su industria nacional contamina lagos y ríos y hay niñxs en extrema pobreza y sin hogar que viven en las calles (sí, en nuestra Europa del progreso), hordas de jóvenes del primer mundo vengan a estas zonas a lavar sus conciencias. Suena duro. Es una interpretación más de la realidad, pero con buenos argumentos y considero que ha de tenerse en cuenta, precisamente porque no es muy conocida y, eso, normalmente es sinónimo de cierto transfondo real. Por mi parte, me imagino que la gran mayoría de voluntarixs que acuden a pasar unas semanas o meses en estos proyectos tienen ganas reales de ayudar, pero conviene que se pararan a pensar. ¿Ayudar a quién y ayudar a qué? ¿Creen que están en posesión de la verdad, de la solución para los problemas de gentes y realidades que les son totalmente ajenas? ¿No hay un carácter claramente imperialista en ese discurso de venir a ayudar? O acaso, ¿no existen los mismos o mayores problemas en Occidente que requieren esa energía y esa labor con gentes, culturas y realidades que sí son conocidas?

Por supuesto que conocer otras realidades es algo lícito (y en mi opinión necesario), pero quizás convendría adquirir un tono más humilde, más de observar y respetar los tiempos, los modos y formas de las culturas nativas, ofrecer la opinión propia claro, pero sobre todo escuchar la del otro sin creerse por encima. Porque daría la impresión de que el mundo sea un gran tablero en el cual siempre esta claro quienes son las negras y quienes las blancas... y las negras tienen que comerse solitas a las blancas, primero porque pueden y segundo porque deben hacerlo así. Quizás deberíamos bajar del pedestal autoimpuesto y liberarnos de esa necesidad de ayudar al que más lo necesita. Quizá sea unx mismx el que más esta pidiendo esa ayuda. Seamos críticxs. Miremos más allá de los eslóganes. Si realmente valoramos el papel de las comunidades indígenas y las culturas nativas aprendamos de ellas y dejemoslas caminar y apoyémoslas cuando lo necesiten. Pero no jodamos más con nuestra estampita de redentores universales de los males que nosotrxs mismxs engendramos y que no hemos sido capces de erradicar en nuestras casas. Luchemos ahí. Luchemos en casa.

Gracias Kike.

Más info: 

http://www.fundamin.com.ar/es/medio-ambiente/6-educacion-ambiental/226-ecofascismo-de-jorge-orduna-una-mirada-sobre-el-discurso-ecologista-en-los-medios-parte-i.html

http://www.setem.cat/CD-ROM/idioma/setem_cat/mo/si06.pdf


No hay comentarios:

Publicar un comentario