Me lanzo hoy a tratar una cuestión
espinosa y de la que, con franqueza, me siento bastante lejos de
tener una posición clara. Sin embrago, este hecho, lejos de dejarme
al margen, me invita a compartir una serie de dudas y preguntas que
se me vienen a la cabeza en torno a la misma. El asunto es el
siguiente. Hace unas semanas conocí a Kike, un nativo de la selva
ecuatoriana sin pelos en la lengua, de esas personas que te hablan
sin tratar de medir las consecuencias de sus palabras en tu reacción
como posible comprador de algo.
Él también vive del turismo, ya sea por su condición de guía
nativo o por su puesto de venta de artesanías locales que él mismo
produce. Pero este hecho no le impide mantener su opinión y su
voluntad de expresarla para aquel que quiera (y se atreva a)
escucharla. Así, una conversación que podría haber sido una más,
acabada en corto tiempo y referida a las cuatro cuestiones clásicas
de la relación vendedor local / comprador extranjero, se transformó
en una enriquecedora conversación acerca del papel del turismo sobre
la vida del lugar visitado (en este caso Puerto Missahualli) y más
concretamente sobre el papel de los proyectos de ecoturismo y el
voluntariado en masa que acude a toda Latinoamérica a centros
desperdigados por cada país con el objetivo de preservar la fauna y
flora de cada lugar u otros fines socioambientales.
El
tema me pareció interesante y lo cierto es que no me había
planteado esa otra cara de estas iniciativas, precisamente por esa
buena imagen que suelen tener porque ¿quién no se ha planteado
alguna vez hacerse voluntario por una temporada? Entonces Kike me
hizo pensar en algunos aspectos claves. Por ejemplo, en la
legitimidad de estos proyectos, venidos normalmente de fuera,
montados por extranjerxs, con capital foráneo y que suelen acabar
acumulando beneficios económicos (más allá de los “logros”
ecológicos que puedan conquistar) para el propietario. Es decir, ¿no
son cuestiones que deberían ser tratadas y manejadas por la
población local? ¿no deberían ser sus criterios, formas de actuar
y pautas las que se impusieran? Parecería que existe una distinción
general entre ciudadanxs (con conciencia, respetuosxs, solidarixs,
formadxs...) y habitantes (incultxs, inconscientes, que no valoran lo
que tienen...), y que en virtud de esta distinción, lxs primerxs
tienen la potestad para venir a enseñar a
lxs segundxs como gestionar sus recursos y los problemas que se
derivan de ello.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggMHCJN5pMzUpSZ_8P_P-hRbebJ2VTAndtcVSy7B4XGb9rNqjzXA2nC0aop4Nzoote2cvDsdW9SVUW0gnpTquWmD6wmFdxsnwpwm53ba4GyMyc6aEjEI-coEcEzxjmYFU4o5lxfc2pCAUl/s1600/ONG.jpg)
Por mi parte estoy
tranquilo en lo que respecta al consumo durante todo el viaje pues es
algo que he puesto en práctica de forma absoluta pero con el regateo
ya es otra vaina. ¿Dónde esta el límite? ¿El hecho de viajar por
un período largo y de forma austera justifica tratar de conseguir el
precio más bajo posible? ¿Siempre? ¿Tiene sentido hacer un viaje
de 1 año? Como veís, muchas dudas necesarias. En el caso del
voluntariado conviene conocer a fondo cada una de estas iniciativas.
En mi opinión, seguramente existen algunas interesantes en las que
la comunidad nativa es la protagonista y la que ha promovido una
determinada reivindicación y, por tanto, no se convierte en un
juguete más para que el primer mundo reivindique lo que no ha sido
capaz de hacer en su propia casa. Y es aquí donde mi nuevo amigo
sacó a la luz el nombre de Jorge Orduna haciendo que la paradoja
pueda parecer un burdo juego de magia.
Orduna
es un escritor y ensayista mendocino (Argentina) muy crítico con el
papel de las ONG´s y la nueva marca Eco,
que sin duda parece haber ocupado la primera plana de gran parte de
los lugares turísticos en esta región del mundo. Y es que resulta
curioso que mientras toda Europa ha arrasado con sus bosques nativos,
su industria nacional contamina lagos y ríos y hay niñxs en extrema
pobreza y sin hogar que viven en las calles (sí, en nuestra Europa
del progreso), hordas
de jóvenes del primer mundo vengan a estas zonas a lavar sus
conciencias. Suena duro. Es una interpretación más de la realidad,
pero con buenos argumentos y considero que ha de tenerse en cuenta,
precisamente porque no es muy conocida y, eso, normalmente es
sinónimo de cierto transfondo real. Por mi parte, me imagino que la
gran mayoría de voluntarixs que acuden a pasar unas semanas o meses
en estos proyectos tienen ganas reales de ayudar, pero conviene que
se pararan a pensar. ¿Ayudar a quién y ayudar a qué? ¿Creen que
están en posesión de la verdad, de la solución para los problemas
de gentes y realidades que les son totalmente ajenas? ¿No hay un
carácter claramente imperialista en ese discurso de venir
a ayudar? O acaso, ¿no existen los mismos o mayores problemas en
Occidente que requieren esa energía y esa labor con gentes, culturas
y realidades que sí son conocidas?
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjT796PIqkFObLtZL80fum9ezIorQ55toDeblPw2s3H9DzBsg7nxhhSbcifM_6RUuPRXdJfck_Ddytb2htW9TbA86ui7fNXYtI8ChcqlWH5lfXBpD928Ra81Bhfvn1ercytaCi4iFa7Trp0/s320/ORDUNA.jpg)
Gracias Kike.
Más info:
http://www.fundamin.com.ar/es/medio-ambiente/6-educacion-ambiental/226-ecofascismo-de-jorge-orduna-una-mirada-sobre-el-discurso-ecologista-en-los-medios-parte-i.html
http://www.setem.cat/CD-ROM/idioma/setem_cat/mo/si06.pdf
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