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Las paredes hablan (Popayán en solidaridad) |
Es viernes, 5 de Octubre. Ayer llegué
a Medellín, la famosa ciudad de Pablo Escobar que, hace poco menos
de 15 años vivía controlada por la mafia del cárter y las promesas
de dinero fácil y rápido para una generación de jóvenes sin
recursos. Hoy, 15 años después, apenas queda el recuerdo de esos
tiempos que lxs paisas (lxs
habitantes de Medellín) tratan de borrar de sus vidas, aunque la
simpatía por Escobar se respire en las casas de comida del casco
viejo. Mientras paseo por la plazoleta de San Ignacio, cámara en
mano y ojos bien abiertos, se me acerca un policía pidiéndome la
identificación. Piensa que soy periodista. La razón: los fuertes
disturbios que hace 2 días arrancaron a escasos metros de donde
estamos tras los enfrentamientos entre la ESMAD (la brigada
antidisturbios) y lxs vendedorxs ambulantes de la ciudad.
Resulta que el
alcalde de la ciudad, Anibal Gavíria, está dispuesto a erradicar el
trabajo en negro de las calles de la urbe. Lxs ambulantes, que venden
de todo desde que Medellín es Medellín (o desde que el mundo es
mundo), al igual que en la mayoría de ciudades colombianas (al menos
en las que he estado), están en el punto de mira gubernamental. Al
no pagar impuestos, el aparato estatal no recauda lo que debe. Y digo
debe porque resulta que esta ciudad se encuentra en un proceso
complicado, con unas severas deudas. Tras los años 90, los años de
la “droga”, las autoridades locales iniciaron un plan de
rehabilitación y modernización bastante importante. De hecho, choca
bastante el mantenimiento y funciones de servicios como el metro o el
Parque Arví, precisamente por lo bueno y bien hecho en comparación
con otras ciudades del país. Pero este proceso, que sirvió para
mejorar la vida de lxs paisas (pero, sobre todo, para dar una imagen
de progreso y seguridad hacia el turista), claro esta, no es gratis.
Y lxs acreedores reclaman su pedazo del pastel con grandes intereses.
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Marcha del 3 de Octubre en Medellín |
El problema es que
esta razón de fondo que plantea el ayuntamiento es muy discutible.
En primer lugar, tanto el servicio de metro como la explotación del
Parque Arví se hayan en manos de corporaciones privadas adjudicadas
a dedo por el gobierno de la ciudad. En segundo término, los precios
de ambos servicios ya se hayan lo suficientemente remunerados como
para recuperar, con el tiempo, la inversión realizada, siempre y
cuando, claro esta, no se hubiera “regalado” su gerencia al mejor
postor. Y por último, es muy dudoso que el fin último del ejecutivo
sea el que dice, pues implementar el cobro de impuestos a estxs
pequeñxs comerciantes parece una obra quijotesca, muy difícil de
poner en marcha, si no es borrándolos del mapa por lo menos a la
inmensa mayoría de ellxs. Además, solo hay que darse una vuelta por
estas latitudes para entender que la venta ambulante es no solo un
signo identificativo y cultural aquí, sino el medio más común de
ganarse la vida, precisamente para las personas que este sistema, con
la connivencia del Estado colombiano, ha empujado a la marginación y
a romperse la cabeza buscándose la vida. Personas que son, por
supuesto, la inmensa mayoría de la población.
Así pues, el
objetivo fundamental debe ser otro. Y hay es donde se intuye que,
quizás, este sea salvaguardar los intereses de las grandes
corporaciones, especialmente los almacenes y grandes superficies que
van abriéndose paso salvajemente condenando al pequeño comercio y
al vendedor callejero a una situación cada vez más dramática.
Resulta espantoso comprobar como el mundo entero parece dirigirse
irremediablemente a las hileras de productos prefabricados en grandes
superficies, ofreciendo una calidad mucho peor y encima eliminando
infinidad de puestos de trabajo mientras se olvida del mercado, de la
plaza, de la calle. Una campaña institucional y mediática en la que
la propaganda y la puesta en escena del “nuevo producto”
pretenden ahogar, aquí también, a lxs vendedorxs habituales de lxs
ciudadanxs. Es el último episodio del expolio. La sociedad
colombiana, como el resto de gentes en sudamerica, ha visto como el
colonialismo económico ha ido acaparando todos los ámbitos de la
relaciones comerciales; y ahora pretende hacer negocio con uno de los
últimos reductos: la alimentación y las ventas minoristas. Sin
reforma agraria, sin industria nacional y, ahora, sin poder buscarse
la calma del día a día. Porque aquí se vive así, al día. Sin
embargo, me ha sorprendido la capacidad de una parte importante de la
sociedad colombiana, desencantada en general de la política, pero
con la suficiente personalidad como para entender las razones de lxs
que protestan.
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Los almacenes Éxito. La gran amenaza. |
Tras darle el
pasaporte y comprobar que realmente no estoy allí por motivos
periodísticos, el policía me devuelve el documento y se va. Al
darme la vuelta entiendo porque se ha pensado que era de la prensa.
Una dotación de la ESMAD, parapetada como una especie de guerrerxs
del futuro, con unas protecciones que les cubren de los tobillos a la
frente, se encuentra preparada para reprimir la nueva marcha
convocada por lxs manifestantes. Es la segunda en tres días.
Analizando los medios de unxs y otrxs, cuesta creer la noticia de que
2 policías resultaran heridxs. El saldo de la primera concentración
se cerró con 40 detenciones, 15 de ellas de menores de edad, y
numerosos destrozos en grandes comercios y edificios públicos,
especialmente el mega supermercado Éxito (cadena que se extiende
como una gran hidra por todo el país) del barrio de San Antonio.
Parece, por tanto, que lxs que protestan saben qué es lo que esta en
juego, qué intereses se están defendiendo por parte de los poderes
públicos y quienes son los enemigos; esto es, las grandes cadenas.
Mientras espero la
buseta para volver a Santa Elena, una columna de gentes inunda la
calle adyacente. Hay mucho joven y mucha rabia. El enfrentamiento
esta servido. La “tranquila” Colombia que venden los tour
operadores y la televisión va entendiendo, poco a poco, cuales son
los siguientes “requisitos” en el juego neoliberal. Falta saber
si no será demasiado tarde, si los tentáculos ya están demasiado
preparados y si realmente tienen una alternativa real a este estado
de cosas sin tener que derivar en un enfrentamiento social en el que,
por supuesto, tienen todas las de perder. Subo al bus. Una columna de
humo se levanta sobre Medellín.